Más que un principito, una brujita. Ese podría ser el punto de partida que Helena Cosano, escritora y diplomática, tenía en mente cuando emprendió la aventura de relatar la historia de Casandra y Trasto, los protagonistas de El gato de la bruja (Érice Ediciones), cuyas ilustraciones han corrido a cargo de la dibujante extremeña Emilia Díaz-Banda.

"Mi primera idea era divertir, hacer soñar, pensar y reír", describe la autora de otros títulos como Teresa. La mujer o Almas brujas, "y contribuir a que los niños descubran cuanto antes el placer -y el vicio- de la lectura".

La escritora asegura que "deseaba volver a jugar, recuperar la libertad de dejar volar mi imaginación" antes de su próximo proyecto, para el que tendrá que meterse de lleno "en la investigación sobre San Juan de la Cruz".

Un libro en apariencia para niños y niñas pero que sugiere un trasfondo mucho más vasto. "En el mundo de Casandra y Trasto, la tolerancia es fundamental; ellos son especiales. Y, más allá, el respeto hacia todo lo que nos rodea, ya sean animales, plantas, o la Madre Tierra", analiza Helena, quien es activista por los derechos de los animales.

Helena, para quien "más allá de las palabras, el amor desinteresado y puro, crea puentes y permite milagros", El gato de la bruja muestra "el mundo mágico" cuando el alma escapa "de la esclavitud de la materia".  "Es el mundo al que tienen acceso los místicos de todas las religiones, los que tienen alma de niño, y los brujos de todos los tiempos", argumenta.

"¡Haberlas, haylas!", salta cuando le preguntan si cree en las brujas. "A veces se las ha visto como la encarnación del lado oscuro de feminidad: peligrosas por su belleza, seductoras e inmorales. Pero las brujas, históricamente, eran ante todo mujeres sabias, independientes y fuertes, más instruidas que las demás", finaliza.